EL SEXENIO DE LA BARBARIE

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Un proyecto de seguridad eficiente y que, de forma inmediata y tajante pondría fin a las masacres en solamente seis meses, fue una de las tantas promesas de AMLO durante su eterna campaña, que afirmaba a través de la frase “nosotros lo haríamos mejor”. Pero esto resultó ser una completa mentira, su estrategia de “abrazos, no balazos”, es sinónimo de un histórico y monumental fracaso que tiene hundido al país en una interminable ola de violencia. Durante este año, la estrategia de la Cuarta Transformación ha provocado en promedio cada 19 horas una masacre en México. Solamente en el primer semestre del 2023, se tienen registrados 1453 casos de tortura, 729 asesinatos de mujeres con extrema violencia, 496 mutilaciones y/o destrucción de cadáveres, y 399 actos violentos contra la autoridad. Las estadísticas del sexenio son cada día más escandalosas, pero son minimizadas por “los otros datos”, que no son otra cosa más que palabras huecas que se usan para esconder la sangrienta realidad en la que está abatido el país. Y si eso no fuera poco, sin ningún grado de empatía o responsabilidad, el presidente se dirige a estos eventos y a las víctimas, con un trato de total desprecio que en cualquier sentido es deleznable. La realidad simplemente no se puede esconder; y como ejemplo más reciente, tenemos al grupo de jóvenes que fueron ejecutados hace algunos días mientras celebraban una posada en un hacienda en Salvatierra, Guanajuato; a la que después de negarles el acceso a un grupo de desconocidos, estos regresaron para abrir fuego a la voz de “matenlos a todos”, dejando 12 jóvenes muertos y 11 heridos.

La reacción del ejecutivo a este terrible acontecimiento fue la acostumbrada, echando mano de sus “otros datos”, con total desdén criminalizó a las víctimas, las desvalorizó, y las acusó de ser adictos y aspiracionistas. Aún y con eventos como el anterior, López Obrador defiende con uñas y dientes su estrategia de seguridad, y se atreve a asegurar que es funcional y que además le está ganando con ella terreno al miedo. Pero los resultados reales, y los datos de su propio gobierno, apuntalan a su sexenio para terminar con una espiral creciente de por lo menos 250 mil homicidios.

Y los ejemplos son nùmerosos, que van desde la desaparición de jòvenes en Zacatecas, enfrentamientos en los estados del sur, secuestros y homicidios en Guerrero, San Luis, Chiapas, ejecuciones en centros comerciales, extorsiones a productores agrícolas como en Michoacán, los desplazamientos forzados, o casos como los de Iguala, la Familia LeBarón y el de Minatitlán donde las víctimas incluyen a menores de edad.

El discurso verborreico del titular del ejecutivo de culpar al pasado, le está pisando los talones a su presente, pues la actual administración está por alcanzar los 180 mil homicidios, cifra que se ha alimentado desmedidamente desde su primer día de gobierno.

Ya no hay a quien culpar; culpar al pasado a estas alturas de su gobierno, es culparse a sí mismo.

Los referentes comparativos del líder del oficialismo son los dos sexenios anteriores, el del Presidente Felipe Calderón con más de 120 mil homicidios, y el del Presidente Peña Nieto, con un total de 156 mil, durante todo su sexenio. Pero los números de la actual administración sobrepasan la suma de cualquiera de las dos anteriores, convirtiéndo al actual en un sexenio más violento que los del pasado.

En este sentido, es necesario hacer una observación importante en el año 2018, que fue el último del Presidente Peña y el inicio de la administración de López, en el que se tienen reportes de 36 mil 685 asesinatos, que sobrepasan escandalosamente al total del 2017.

Los siguientes dos, ya en la administración de AMLO, y bajo los principios rectores de la Cuarta Transformación, 2019 y 2020, en cada uno se registraron 36 mil 600 ejecuciones; siendo éstos los años más violentos en la historia de México. Además en este periodo, se encuentran también los días más violentos de la historia moderna del país, el 1 de diciembre del 2019, fecha en la que se registraron 127 asesinatos; y en el año 2022, el 24 de mayo con un total de 117.

Los siguientes años, aunque tienen una ligera disminución, mantienen cifras superiores a los 30 mil. En el 2021, se tienen registrados 35 mil 700 homicidios; y en el 2022, un total de 33 mil 287. Para el año siguiente, 2022, el total de homicidios es de 33 mil 287. Con estas cifras, diariamente ocurren en promedio 95 asesinatos; pero debemos ser conscientes que existe un número indeterminado de eventos violentos que no se denuncian y/o no fueron registrados por los medios de comunicación.

Los abrazos del presidente, no han hecho otra cosa más que incrementar desmedidamente la crueldad que se utiliza para ejecutar actos de violencia de forma intencional o cualquier otro tipo de maltrato, con la única intención de generar terror en la población.

Por otro lado, encontramos una lista de 44 mil 73 personas que mantienen el estatus de desaparecidas, desde el 2018, y hasta agosto de este año, según los datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la SEGOB. Pero muchos de los casos, son víctimas de secuestros y desapariciones forzadas, pero que el gobierno esconde con la etiqueta de “desaparecidos”. Y para seguir con la comparación del pasado, esta cifra supera con 10 mil casos a la del sexenio del Presidenta Peña y duplica las de Felipe Calderón.

En palabras del propio presidente, su sexenio es diferente a los del pasado. Tan diferente que los recursos para combatir al crimen han sido reducidos, lo que entorpece aún más su deficiente plan de seguridad, además de la falta de políticas públicas certeras que pueden sustentarse en datos y estadísticas que el propio ejecutivo desprecia y desecha. La misma falta de recursos han reducido la capacidad de inteligencia para investigar y desmantelar redes criminales del país.

El gobierno de López Obrador ha perdido por completo el control del país, y muy seguramente es una situación que no ve, o simplemente no ha querido ver, “Sin duda están exagerando nuestros adversarios”, es lo que vaticina el ejecutivo cuando se le cuestiona el incremento de casos violentos en el país. “Está como montado, es propagandístico. No hay ningún problema mayor, pero sí quieren agarrar esa bandera de la violencia”.

La violencia seguirá creciendo sin límites en México, ya que el Gobierno Federal ha decidido no ponerlos. Y a los mexicanos no les queda más que vivir en la incertidumbre y la frustración de depender de una administración que permite que los grupos delictivos embistan la prácticamente inexistente seguridad. Es urgente y necesario considerar los frentes alternativos que abonan a los síntomas de la inseguridad, pero al menos de la Cuarta Transformación no podemos esperar una respuesta.

La realidad del país ya no es un desafío para López Obrador, es un desafío para los ciudadanos, que deben buscar una alternativa real de gobierno que garantice soluciones efectivas y constructivas dirigidas por expertos, que involucren a la sociedad civil, y tengan la firme responsabilidad de proteger y garantizar la estabilidad del paìs.

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