AMLO, INDIFERENCIA, INEPTITUD E INCAPACIDAD

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Por Fernando Urbano

 La nula capacidad de Andrés Manuel y su gobierno para prevenir y afrontar los efectos de una catástrofe natural quedó exhibida en su inexistente reacción ante los desastrosos efectos de Otis, el huracán que destrozó Acapulco. Las proporciones de los desastres son de un tamaño inexplicable pero lo que sí es evidente es el tamaño del colapso económico que sufrirá la ciudad en el corto plazo.

Antes de que Otis llegará a las costas de Guerrero y mientras aumentaba su fuerza y peligrosidad el presidente estaba centrado en atacar al Poder Judicial. Es entendible que no se pudiera saber con certeza lo que sucedería con Otis, pero para López nunca fue importante proveer una evacuación de la zona de impacto, y mucho menos tomarse el tiempo para anunciar la posible gravedad de la situación.

 La mañana siguiente a la del golpe del huracán en la costa de Guerrero, la indiferencia del presidente, fue evidente. En lugar de estar desde primera hora en la zona del desastre, o al menos en algún punto del estado de Guerrero, el presidente estaba cómodamente en Palacio Nacional dando su diaria conferencia matutina. La emergencia pasó a un total segundo plano, lo importante es la propaganda política. Al desastre ocasionado por Otis, solamente le dedicó 4 minutos con 40 segundo, para decir que no tenía información, pero al segmento “quién es quién en las mentiras”, 20 minutos; sin dejar pasar que el tema principal de esa mañana fue hablar de sus niveles de popularidad. Simple, este tipo de situaciones no son prioridad para el titular del ejecutivo.

La indiferencia e insensibilidad del presidente provocó una reacción inmediata de desaprobación en redes sociales de la población y de la opinión pública, por la falta prevención, de acción, y de reacción, que terminaron generando reclamos y presión que lo obligaron a abandonar la comodidad de su palacio. Pero esto evidenció aún más que el presidente no quería ir a Acapulco.

A la hora que AMLO decidió salir de Palacio Nacional, ya era del conocimiento público que no existían vías terrestres para llegar a la zona de desastre, debido a las inundaciones, deslaves y derrumbes. Pero el incapaz presidente, por no decirle imbécil, tuvo la grandiosa idea de trasladarse por tierra a Acapulco. Además de llevarse con él como guaruras personales a una zona totalmente incomunicada al secretario de Marina y al de la Defensa Nacional, que deberían de ser en ese momento los “estrategas” de las labores de ayuda y rescate en la zona de desastre.

López no quería llegar, y no le importaba lo que estaba pasando en Acapulco, de haber sido así pudo haber tomado uno de los 145 helicópteros militares que estaban disponibles para su uso y llegar ahí en menos de una hora. Pero no fue así, él quería llegar por tierra aún sabiendo que todas las vías de acceso estaban cerradas. Y pasó lo que tenía que pasar, llegó a un punto donde ya no se podía transitar, y ya atorado en el traslado, abordó un jeep militar “todo terreno” que no avanzó más de 500 metros para quedarse atascado en el lodo. Y ahí empezó el circo de intentar mover el vehículo, y caminar entre lodo y piedras, para sacarse fotos que le servirían para documentar su “víacrucis” personal.

Según se reportó, la travesía duró 10 horas. No se sabe qué hizo en Acapulco, porque no hay registros, ni evidencias de que visitara realmente la zona de desastre. Concluía su breve visita en Acapulco, el presidente regresó en helicóptero a la Ciudad de México.

A López, ni las fotos lo ayudaron, cada imagen que se difundió de manera oficial y no oficial, evidenciaron su ineficiencia, ineptitud e incapacidad. Y su intentó de reacción es una burla para Guerrero.

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