Por Jesús Alvarado
De acuerdo a la región del país donde viva, o que generalmente visite, verá en mayor o menos medida, niñas y niños laborando. Apoyando para el sustento familiar en el mejor de los casos, porque en el peor, son explotados para el beneficio de los padres o terceras personas.
El INEGI reveló que son casi 4 millones de ellos que trabajan. Guerrero, Chiapas, Nayarit y Oaxaca, concentran el 82.9 por ciento de ellos. Hay que decirlo, todos ellos emanados de la 4T.
Lo irónico, es que se presume desde el poder federal millones de pesos destinados a disminuir la pobreza, a través de becas y apoyos especiales, y nos encontramos con estas cifras desgarradoras.
Los estados en mención son costeros. Históricamente, producen menos recurso económico que el habitual que desde años inmemorables la federación les otorga. Están llenos de delincuencia organizada, desde la droga, hasta el oro humano; refiriéndonos al negocio ilícito que hacen con la migración.
La frontera sur del país sigue siendo la que genera problemas. Bajo el mismo informe del INEGI –Institución gubernamental- los seis estados fronterizos del norte tienen muy bajos niveles, por no decir nulos, de niños en situación de actividad laboral.
Las principales actividades económicas en las que se desempeñan son el campo, los servicios, el comercio, la minería y la construcción. Cuando leí lo anterior, sentí una profunda tristeza al tan solo imaginarme un niño en una mina o en lo alto de una construcción.
Esto genera millones de pesos de ingresos. Es un delito a todas luces, donde la autoridad se hace de la vista gorda. Un delito, en que la autoridad no quiere entrarle.
Que los sistemas DIF recojan a estos niños sería imposible también, ya que la autoridad sencillamente no tendría donde poder acomodarlos y brindarles la atención que merecen de techo, alimentación, educación y desde luego hasta vestido y calzado por muy sencillo que sea.
Por eso como analista, sigo creyendo que el desarrollo y crecimiento de un país no debe concentrarse en los apoyos de asistencia social, porque a la larga crece el número de pobres y se convierte en un recurso económico insostenible para abastecer a los sectores vulnerables.
EL REMATE
De las niñas y niños la mayoría de ellos comenzó entre los seis y los ocho años de edad y casi uno de cada cuatro de estos niños no recibe ninguna remuneración económica. Al referirnos a no reciben remuneración, hablamos a todas luces de una explotación infantil.
La explotación laboral infantil interfiere en la educación, salud mental y física de los menores e incluso puede llegar a afectar su productividad en la vida adulta.
De acuerdo con el “Modelo de Identificación del Riesgo de Trabajo Infantil”, diseñado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en alianza con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), publicado en 2022, México es el segundo país de Latinoamérica con más casos de trabajo infantil.
Las jornadas laborales de los menores de edad son de hasta 14 horas a la semana en el 62% de los casos, mientras que el 14% tiene jornadas de más de 36 horas a la semana.